Lugares que quedan. Prólogo de Yolanda y Cristobal.
Hay lugares a los que vamos y ellos se quedan en nosotros. Con esta frase podemos empezar a contar la historia de Yolanda y Cristobal.
Ellos se conocían del instituto como otros muchos compañeros, se cruzaban en los pasillos o en la cafetería sin llegar nunca a nada más. Todo cambió, como empiezan las mejores historias, con un viaje.
Madrid era el destino de uno de esos viajes de estudios que se hacen con 15, 16 años y que todos recordamos con cariño, en este caso con mucho más cariño de lo habitual. En el viaje, Yolanda y Cristobal empezaron a acercarse, como en un juego de adolescentes, compartieron habitación y en cada una de las excursiones que hicieron, buscaron la manera de estar juntos, muy juntos, provocando caricias que parecían casuales y abrazos que tenían algo más que simple amistad. En aquel viaje, en aquel hotel hoy cerrado, surgió la magia entre ellos, una chispa que como dice Cristobal, haría prender la llama años después.
Pasaron varios años hasta que comenzaron su relación, el 31 de Julio de 2010 en aquel banco del parque, pero a pesar del paso del tiempo ellos sentían viva aquella magia de aquel hotel de Madrid, sin duda uno de esos «Lugares que quedan»
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